miércoles, 26 de mayo de 2010
ATLETISMO EN EL AÑO DEL BICENTENARIO
En el Bicentenario
Por Rubén Aguilera (Fuente diario La Capital de Mar del Plata)
En los últimos años se ha popularizado en nuestro lejano sur una importante competencia de fondo. Se trata del maratón "Tres ciudades patagónicas" que une Gaiman con Trelew y Rawson, completando los 42.195 m de la tradicional distancia que recuerda la gesta de Philipides.
Esta es una prueba que ha tenido muy buenas actuaciones de atletas marplatenses en la divisional femenina en la cual han triunfado Lilia Gamboa en 1997, Marcela Araujo en 1998 y 2002 y Analía Alderete en el 2003.
Cada realización se efectúa en dirección inversa al camino que recorrió la inmigración galesa que tan arraigada se encuentra en la historia lugareña. La competencia se larga desde la escuela agrotécnica de Bryn Gwyn, en las afueras de Gaiman y avanza por el atractivo camino de las chacras que enlaza con Trelew, concluyendo en la capital rionegrina.
En estos días en que se cumple el Bicentenario de la Revolución de Mayo con todo lo que implica para nuestro proyecto de Nación, es saludable recordar un hecho saliente de nuestra historia patria no muy conocido.
Los inmigrantes galeses llegaron a nuestro país el 28 de julio de 1865 en el velero "Mimosa", desembarcando en lo que hoy es Puerto Madryn, donde aún hay vestigios de las cuevas donde establecieron sus primeras viviendas.
Toda esa zona es muy rica en elementos que recuerdan a aquellos inmigrantes que llegaron huyendo de la dominación británica que los explotaba en las minas de carbón y que pretendía incluso prohibirles el uso de su idioma y costumbres.
La inmigración galesa se expandió por el valle del Río Chubut por el cual quedan miles de descendientes perfectamente ubicables por sus apellidos, las capillas diseminadas por los campos y esa afición por el té que es toda una ceremonia que se mantiene en el tiempo.
Con los años aquellos galeses fueron llegando a lugares más lejanos y algunos de ellos se establecieron en la zona fronteriza con Chile, siendo una muestra de ello Trevelin, ciudad muy próxima a Esquel.
A unos trece kilómetros de Trevelin, en un paraje muy bello y colorido se encuentra la escuela N°18 en la cual el 30 de abril de 1902 miembros de aquella inmigración realizaron un acto de argentinidad que ha quedado estampado por siempre en nuestra historia.
Más allá del infaltable fuerte viento patagónico soplaban en esos tiempos vientos de guerra entre Argentina y Chile por diferencias en el trazado de los límites. Nuestro país expresaba que debían pasar por las altas cumbres (teoría del Perito Moreno) y los chilenos por la divisoria de aguas (Barros Arana). La posición antagónica llevó a un arbitraje del Rey de Inglaterra y la visita de una comisión arbitral a la zona en conflicto.
Aquel día, en una modesta escuela de barro y caña con techos de paja, los colonos lugareños, con sus familias, niños y ancianos entregaron a los miembros de la comisión un petitorio en el cual le hacían saber su determinación a permanecer como integrantes de la República Argentina.
El fallo posterior de Enrique VII no dio la razón ni a nuestro país ni a nuestros vecinos trasandinos y fundamentalmente se apoyó en el criterio de "que la ocupación da derechos" confirmando que los valles 16 de Octubre, donde se encuentra la escuela y los de Cholilla y El Bolsón quedaran para siempre en poder de nuestro país. Este recibió 40 mil km cuadrados, Chile 54 mil, pero con una salvedad importantísima, de los doce mil kilómetros de valles productivos, el resto son montañas, 8500 pertenecen a Argentina y sólo 3500 a nuestros vecinos.
Aun hoy produce emoción recorrer aquel lugar situado en la inmensidad del Valle Hermoso, como se lo conoce, muy cerca de un viejo cementerio en el cual seguramente habrán quedado para siempre muchos de aquellos participantes de aquel momento histórico inmortalizado en las numerosas fotografías que sir Thomas Holdich, delegado del tribunal arbitral inglés, guardó como testimonio de aquellas horas.
Para llegar desde Trevelin hay que recorrer un camino de varios kilómetros de ripio y encontrarse con el solar que ocupó aquella escuela histórica que el tiempo se llevó y en la cual hoy hay una moderna que ocupa el predio donde se guardan recuerdos de aquellos pobladores e incluso la histórica campana que aquel día llamó a reunión.
El mal llamado plebiscito del 30 de abril ganó sin disparar un solo tiro miles de kilómetros para nuestro país. Fue la resolución de unos inmigrantes que decidieron ser argentinos, por el país que les había abierto su brazos como a tantos españoles e italianos que conocimos en nuestra juventud.
Aun hoy en ese lugar rodeado como ayer de pinos, cipreses y álamos produce emoción caminar por un colchón de hojas doradas barridas por el frío viento del otoño patagónico, recordando aquella gesta y al Perito Moreno, quien desde varios años antes incentivó la ocupación de tierras, instituyendo que esa presencia nacional nos permitiría ser dueños de esos territorios abandonados.
Un juzgado de paz, la escuela, la infaltable capilla galesa y un destacamento militar completaban aquella presencia.
Un momento de nuestra historia importante de recordar en estas horas del Bicentenario. Fue en el lejano sur donde aún hay tanto por hacer.